¿Aborto y “justicia social”? Plutocracia abortista – Carta abierta a Mariana Carbajal

Temperley, 3 de junio de 2019

Estimada Mariana Carbajal ¿de Rockefeller):

Le escribo estas líneas, para comentar algunos aspectos de su artículo “Aborto y justicia social”, publicado el 29 de mayo en el diario Pagina12 (en https://www.pagina12.com.ar/196889-aborto-y-justicia-social?cx_testId=2&cx_testVariant=cx_1&cx_artPos=2#cxrecs_s), dado que usted une dos conceptos absolutamente antagónicos entre sí, porque matar a un hijo antes de nacer nunca puede ser un acto de justicia social, más bien es la máxima injusticia de todas. Llamativamente, en esta cuestión usted piensa en forma idéntica al padre y patriarca del genocidio abortista, John Davison Rockefeller III, y repite textualmente sus mismas palabras[1]. En este sentido, es paradójico y contradictorio lo que usted plantea, porque aunque se pretenda progresista y de avanzada usted piensa igual que los oligarcas híper capitalistas estadounidenses.

En primer lugar, usted habla del “derecho al aborto legal”, etc., ¿pero podría informarnos cuál es la fuente jurídica en la que esté estipulado que matar al hijo antes de que nazca es un derecho, es decir, que el aborto es un derecho? Es cierto que a nivel internacional se habla mucho del derecho a matar (aborto), pero no existe ningún documento oficial de organismos supranacionales -ONU, por ejemplo,- , por ejemplo,- , en el que se proclame el aborto como derecho.

En este caso, lamento informarle que, a falta de un pronunciamiento oficial, hubo quien ya en la esfera privada proclamó en el año 1972 que el aborto -matar al propio hijo antes de que nazca- es un derecho: fue el Rockefeller mencionado líneas arriba, al afirmar que “las mujeres deben tener la libertad de determinar su propia fertilidad, la cuestión del aborto debe ser dejado a la conciencia de la mujer involucrada, en consulta con su médico, [… y] los Estados deben ser alentados a aprobar estatutos objetivos que creen un marco claro y positivo para la práctica del aborto a petición”[2]. Al año siguiente, en 1973, este mismo personaje reiteró que “el aborto es el derecho que tiene la mujer de determinar su propia fertilidad”[3], sobre la base del supuesto “principio ético” según el cual “sólo deben ser traídos al mundo los hijos deseados”[4].

En definitiva, usted piensa igual que los Rockefeller, en el sentido que el aborto es el derecho de matar al hijo. ¿Por qué entonces usted se considera progresista y ve en el aborto un avance y un progreso, si es idea y ejercicio político de la plutocracia financiera internacional que el clan Rockefeller representa?

En segundo lugar, usted afirma que el aborto es “un problema de salud pública y además, de justicia social”, ya que es una práctica que “atraviesa todos los sectores sociales”, en el sentido que “las mujeres y personas con capacidad de gestar más ricas y las más pobres abortan”, pero con diferencias, ya que “quienes no tienen recursos, quienes se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad, son las que pagan con su cuerpo y con su vida las consecuencias de la clandestinidad”.

Pero de nuevo usted coincide con la ideología abortista oligarca y con el señor Rockefeller III: que el aborto no es un crimen infame cometido contra el ser más indefenso e inocente de todos, sino que es un problema de salud pública también lo dijo en el año 1972 John Davison Rockefeller III, junto con su séquito de plutócratas: “[Creemos que el aborto no debe ser considerado un sustituto del control de la natalidad, sino (que se lo debe considerar) como un elemento en un sistema general de cuidado de la salud materna e infantil][5].

Sorpresa, estimada: de nuevo, por segunda vez, usted piensa igual que los Rockefeller, por lo tanto vale pregunta: ¿en qué sentido usted es progresista, si piensa igual que la plutocracia parasitaria yanqui que encarnan los Rockefeller?

     

En tercer lugarque el aborto es un problema de justicia social y que perjudica la libertad de las mujeres al no poder disponer del propio cuerpo ni de la propia vida es lo mismo que piensa el señor John Davison Rockefeller III y la plutocracia financiera angloamericana: “las diversas prohibiciones contra el aborto en todo el país son como obstáculos para el ejercicio de la libertad individual: la libertad de las mujeres para tomar decisiones morales difíciles basadas en sus valores personales, la libertad de las mujeres para controlar su propia fertilidad y finalmente, la libertad respecto a los pesos de la maternidad no deseada. Los estatutos restrictivos también violan la justicia social, porque cuando el aborto está prohibido, las mujeres recurren a abortos ilegales para prevenir nacimientos no deseados. Los abortos médicamente seguros siempre han estado disponibles para los ricos, para aquellos que podrían afrontar los costos elevados de los médicos y los viajes al extranjero; pero la mujer pobre se ha visto obligada a arriesgar su vida y su salud con remedios populares y profesionales de dudosa reputación”[6].

En definitiva, estimada Mariana, por más que usted se pretenda progresista y considere que “despenalizar y legalizar el aborto es un tema de salud pública, derechos humanos y sin, dudas, justicia social”, ¿la realidad no muestra que lo que usted promueve y promociona es la ideología genocida de la gran plutocracia oligarca internacional, la ideología genocida de los multimillonarios dueños y patrones del infame capitalismo especulador y depredador?

En última instancia, ¿no es evidente que usted estaría colaborando con los multimillonarios del mundo a favor de su política genocida, ya que repite literalmente sus argumentaciones criminales? ¿Usted piensa como los Rockefeller y cree que está promoviendo una política progresista? ¿De qué progreso está hablando?

En cuarto lugar, ¿usted es miembro-socia del CELS, que preside el señor Horacio Verbitsky? En tal caso, ¿usted no está enterada que a este organismo lo subvencionan, entre otros, la Embajada Británica en Buenos Aires, el Foreign Office, la Fundación Ford, la National Endowment for Democracy, la International Planned Parenthood Federation (Región del Hemisferio Occidental), la
International Women’s Health Coalition, la Open Society Foundations (George Soros/Banca Rothschild)? ¿No está enterada usted que las tres últimas instituciones mencionadas son activos acompañantes y donantes de cuantiosos fondos para imponer la pena de muerte a los niños por nacer? Usted se “sentirá” muy progresista y de avanzada, pero en realidad lo que usted hace es funcional y favorable al genocidio abortista implementado en casi todo el mundo? ¿A título de qué progreso usted promueve la pena de muerte abortista, en absoluta coincidencia con el plan genocida de los “ricos del Universo”? ¿Es a título oneroso o gratuito que usted colabora con instituciones multinacionales británicas y estadounidenses para imponer el genocidio demográfico para que el capitalismo financiero internacional, depredador y criminal, pueda “gozar en paz de su rapiña?

¿Le parece que usted puede reivindicarse como “progresista”, si trabaja en absoluta armonía con los depredadores de la riqueza mundial y promotores del más grande genocidio que ha conocido la historia humana? ¿Se puede ser “progresista” y estar al servicio de políticas que promueven el capital financiero internacional y el Imperio Británico?

My lady, la saludo atte.

 

José Arturo Quarracino

DNI: 10.801.385

[1] Rockefeller Commission Report, Population and the American Future, Chapter 11, New York, 1972.

[2] Ibidem: “women should be free to determine their own fertility, that the matter of abortion should be left to the conscience of the individual concerned, in consultation with her physician, and that states should be encouraged to enact affirmative statutes creating a clear and positive framework for the practice of abortion on request”.

[3] John Davison Rockefeller III, The Second American Revolution, New York 1973, Harper & Row Publisher, p. 64; La Segunda Revolución Norteamericana, p. 55.

[4] Rockefeller Commission Report, Population and the American Future, Chapter 11: “[,,,] all Americans, regardless of age, marital status, or income, should be enabled to avoid unwanted births. Major efforts should be made to enlarge and improve the opportunity for individuals to control their own fertility, aiming toward the development of a basic ethical principle that only wanted children are brought into the world”.

[5] Ibidem: “We believe that abortion should not be considered a substitute for birth control, but rather as one element in a comprehensive system of maternal and infant health care. For many, the very need for abortion is evidence of a social and personal failure in the provision and use of birth control”.

[6] Ibidem: “the various prohibitions against abortion throughout the United States stand as obstacles to the exercise of individual freedom: the freedom of women to make difficult moral choices based on their personal values, the freedom of women to control their own fertility, and finally, freedom from the burdens of unwanted childbearing. Restrictive statutes also violate social justice, for when abortion is prohibited, women resort to illegal abortions to prevent unwanted births. Medically safe abortions have always been available to the wealthy, to those who could afford the high costs of physicians and trips abroad; but the poor woman has been forced to risk her life and health with folk remedies and disreputable practitioners”.

¿ROCKEFELLER SENTADO EN LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO?

Carta Abierta a MONSEÑOR MARCELO SÁNCHEZ SORONDO

 

 

Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo

Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias

Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales

 

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Estimado monseñor:

Gracias a las enseñanzas e influencia de monseñor Michel Schooyans, desde el año 1997 me he estado ocupando de la defensa de la vida humana, sobre todo a partir del momento de la concepción. En particular, me he dedicado a desentrañar el contexto y el trasfondo político que hay detrás de las campañas sistemáticas y constantes contra la creación divina, y en especial contra los seres humanos que vienen al mundo y son condenados a morir sin poder llegar a ver la luz nunca jamás.

A lo largo de mi militancia política he trabajado en particular sobre esta temática, tan cara a la vida de los pueblos. Es por eso que me permito dirigirle estas líneas, porque he visto con gran asombro, estupor e indignación, que las Pontificias Academias de las que usted es Canciller han organizado para los días 27 de febrero-1 de marzo del corriente año un “Taller” sobre la Extinción Biológica, y que entre los expositores se cuenta uno en particular que es un paradigmático representante de los enemigos de la raza humana, en nombre del dios dinero que tanto condena el papa Francisco.

Es digno y encomiable que ambos institutos lleven a cabo una actividad sobre este tema que le compete a la Iglesia en su labor misionera, en cuanto uno de sus compromisos primordiales es el de hacerse cargo y custodiar la creación divina, junto con su misión fundamental de anunciar el Evangelio.

También es digno y encomiable que se lleve a cabo esta actividad, con el rigor y la seriedad científicos que suele ser habitual en ambas Academias, dado el excelente nivel intelectual y humano de sus miembros, que honran la labor tan importante y delicada que el Santo Padre san Juan Pablo II definió como “pastoral de la inteligencia”.

bongaarts-john2En este contexto, lo que asombra e indigna es que haya sido invitado como expositor el señor John Bongaarts, vice-presidente el Population Council, entidad fundada en el año 1952 por John Davison Rockefeller III, con el objetivo de desarrollar planes y programas a nivel mundial para llevar a cabo el control del crecimiento poblacional o el control de la natalidad.

Usted, monseñor, no puede ignorar que este señor está trabajando desde el año 1973 en la institución mencionada, ocupándose del impulso demográfico, de los determinantes de la fertilidad, del impacto de los programas de planificación familiar, las relaciones entre población y medio ambiente, etc. Usted no puede ignorar que los intereses de este señor están orientados fundamentalmente hacia el problema de la fertilidad y del impulso demográfico, para controlarlos y reducir el crecimiento poblacional global. Usted no puede ignorar que para “compensar el impulso de la población”, el señor Bongaarts recomienda “dar pasos para incrementar la edad en la que las mujeres tengan su primer hijo, mediante la inversión en educación para las niñas adolescentes”.

sanchez-sorondo-marceloUsted, monseñor, no puede ignorar estos datos, porque están presentes en la página oficial del Population Council: http://www.popcouncil.org/research/expert/john-bongaarts. Tampoco puede ignorar que hace poco tiempo, el 24 de febrero de 2016, el señor Bongaarts ha declarado con toda liviandad que el crecimiento demográfico es perjudicial para la humanidad, ya que “el potencial agregado de 4 mil millones de personas [hacia el año 2100] en las regiones más pobres del planeta es un obstáculo al desarrollo y dificulta que podamos ser optimista sobre su futuro. El rápido crecimiento poblacional, con su correspondiente consumo y derroche, tiene efectos adversos generalizados en las sociedades y en los ecosistemas mundiales. Muchos países estarían mejor con un crecimiento poblacional más bajo y con índices de nacimiento menores”. Para este “simpático” personaje, las economías de los “tigres asiáticos”, incluyendo a Corea del Sur y Taiwan, “en recientes décadas han visto rápidos incrementos per capita cuando declinaron los índices de natalidad” (http://www.popcouncil.org/news/development-slow-down-population-growth y en http://www.nature.com/news/development-slow-down-population-growth-1.19415).

Como puede apreciar, estimado monseñor, este señor sostiene que para dejar de ser pobres, los pueblos deben dejar de tener hijos. Al nivel en que se mueve, este “intelectual” no puede ignorar los informes del Credit Suisse y de la ong Oxfam, que muestran que desde el año 2000 en adelante, la concentración de la riqueza a nivel global ha sido tan violenta y brutal, que ha llegado a un nivel en el que 8 personas en el mundo tienen la misma cantidad de riqueza que las 3.500 millones de personas más pobres; que desde el 2015 el 1% más rico de la población mundial obtuvo más riqueza que el resto del planeta; que entre los años 1988 y 2011 los ingresos del 10% más pobre de la población mundial aumentó menos de 3 dólares por año, mientras que los ingresos del 1% más rico del planeta aumentaron 182 veces (OXFAM BRIEFING PAPER – SUMMARY JANUARY 2017, “An Economy for the 99%”, p. 2 y Credit Suisse, Global Wealth Databook 2016). En otras palabras: si hay pobreza y miseria generalizadas en el mundo, no es porque los pobres tengan hijos, sino porque un grupo minúsculo de personas (del que el señor Bongaarts forma parte) concentran para sí toda la riqueza.

Con este razonamiento del que hace gala, el señor Bongaarts muestra tener una mentalidad troglodita, reaccionaria en grado sumo. Afirmar que la pobreza en el mundo está causada por los hijos que tienen los pueblos es de un cinismo brutal. En el fondo, este personaje es simplemente un vocero del poder financiero anglosajón, parasitario, especulativo y depredador, cobra por ello. Lo que no se puede admitir es que un personaje de esta calaña acceda a ocupar un sitial en un encuentro o jornada organizada por la Santa Sede y que se le dé reconocimiento académico. Que alguien de esta calaña acceda a este privilegio es como pisotear la tumba de San Pedro y de tantos mártires y santos que han dado su vida por el Evangelio de Jesucristo y están enterrados en el Vaticano.

Es incomprensible e inadmisible que este vocero servil del imperialismo internacional del dinero dé cátedra sobre población ante las tumbas de Pablo VI y san Juan Pablo II, que tanto bregaron en contra de la mentalidad de personajes como el que nos ocupa. Sin temor a equivocarme, y con todo respeto, monseñor, me atrevo a asegurarle que darle lugar académico en el Vaticano al señor Bongaarts es insultar la memoria de tan magnos pontífices, y en el fondo, es denigrar el Evangelio que profesamos.

 

Pero el problema no es la personalidad individual del invitado, sino la organización que representa y de la cual es vocero y miembro activo desde hace décadas. Usted, monseñor, no puede ignorar que el Population Council, fundado en 1952 por John Davison Rockefeller III, es una de las instituciones pioneras en diseñar y llevar a cabo lo que san Juan Pablo II definió como el “holocausto demográfico planetario”, es decir, el asesinato anual a lo largo del mundo de millones de seres humanos en el vientre materno.

¿Acaso ignora usted, monseñor, que el “señor” Rockefeller III definió en 1966 al crecimiento poblacional no controlado como el “elemento” que ponía en peligro la paz mundial, y que a partir de entonces convirtió su proyecto corporativo privado de controlar la natalidad a nivel global en un problema de Estado, al asociar a 30 dirigentes políticos de varios países del mundo, entre ellos al mariscal Josef Broz (Tito), de Yugoslavia?

¿Acaso ignora usted que en el año 1969 este mismo personaje convirtió su proyecto corporativo privado antinatalista en problema que debía abordar la misma Organización de las Naciones Unidas?

¿Ignora usted que John Davison Rockefeller III definió como “derecho humano básico” la “decisión de cada individuo y de cada pareja respecto a la cantidad de hijos y el espaciamiento entre ellos”, desplazando el derecho a la vida como derecho humano básico?

¿No sabe usted que el 19 de julio de 1969 el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, dirigió al Congreso de los Estados Unidos un Mensaje especial sobre problemas del crecimiento poblacional, en el que sostenía que el crecimiento es uno de los temas más importantes que enfrentaba Estados Unidos, y que «sólo puede ser resuelto si hay un gran pacto de planificación anticipada»?

¿No sabe usted que en este Mensaje el sr. Richard Nixon decía que el excesivo crecimiento poblacional en los países en desarrollo perjudicaba el desarrollo económico y empeoraba la calidad de vida? Como podrá usted apreciar o evaluar, para el autor del «Watergate» la pobreza no radica en la injusticia social, sino en la cantidad de personas que habitan en el mundo «subdesarrollado». Según él, la pobreza y la ignorancia dificultaban a las familias pobres disminuir el número de hijos.

¿No sabe usted que el sr. Nixon afirmó en ese entonces que había pedido al Secretario de Estado y al Administrador de la Agencia para el Desarrollo Internacional «dar a la planificación poblacional y familiar suprema prioridad», porque «los elevados índices de crecimiento poblacional “deteriora los derechos individuales, perturba las metas nacionales y amenaza la estabilidad internacional”»? En otras palabras: asumiendo la ideología antinatalista de John Davison Rockefeller III, el señor Nixon afirmaba que el crecimiento poblacional de los pobres es una amenaza para la paz mundial. Pero la solución propuesta no era combatir la pobreza, sino eliminar niños pobres.

¿No sabe usted que en esa oportunidad el «ético» presidente norteamericano se preguntaba de qué modo se podía ayudar a las familias americanas «a no tener más hijos que los que desean»? ¿No sabe usted que «don Ricky» sostenía en ese entonces que «el parto no querido o inoportuno es uno de los motivos que están llevando a muchas familias a la pobreza o a mantenerlos en esa condición»? De nuevo habla el mensaje troglodita pre-cavernícola: los hijos causan y mantienen la pobreza de los padres, no los salarios miserables que los ultramillonarios “pagan” a los que trabajan.

Ya se imaginará usted cuál es la solución que proponía don Nixon: la creación de una Comisión sobre crecimiento poblacional y el futuro americano, la que entre sus objetivos debía determinar los recursos en el sector público de la economía que se requerirían para tratar el crecimiento anticipado de la población. De nuevo la vieja película de las oligarquías: recursos del Estado al servicio de sus objetivos estratégicos y geopolíticos.

De regalo, otro sofisma más del responsable del caso Watergate: «mi punto de vista es que a ninguna mujer americana se le debe negar acceso a los servicios de planificación familiar a causa de su situación económica». Es decir, servicios de planificación familiar gratuitos para los pobres, de acuerdo con la voluntad del presidente norteamericano. Como podrá usted apreciar, el entonces presidente estadounidense impulsaba el proyecto genocida del clan Rockefeller, el verdadero poder que gobernaba y gobierna en Estados Unidos.

¿Ignora usted, monseñor, que el 16 de marzo de 1970 el presidente Nixon firmó la ley que instituía la creación de una Comisión sobre crecimiento poblacional y el futuro estadounidense, aprobada por ambas Cámaras del Congreso americano, con lo cual el objetivo estratégico del clan Rockefeller de controlar el crecimiento de la población mundial se convirtió en política de Estado del gobierno estadounidense? ¿Ignora usted que fue puesto al frente de esta Comisión el ya mencionado John Davidson Rockefeller III, como presidente de la misma, al ser «la persona más íntima y ampliamente identificada con este problema», según palabras del mismo Nixon?

Maravilla la perversidad de esta astucia con rasgos diabólicos: una corporación privada traslada al Estado su problema, el cual se convierte en problema de Estado, y además el dueño de la corporación es puesto al frente del organismo estatal que se ocupará del problema. Este fervoroso plutócrata tan preocupado por el crecimiento poblacional de los pobres propondrá a través de la mencionada Comisión, entre otras cosas, convertir el crecimiento poblacional en un problema educativo, educación sexual disponible para todos, deslegitimar los matrimonios legales, que los Estados eliminen las restricciones e inhibiciones legales existentes que impiden el acceso a información, procedimientos y elementos anticonceptivos, legitimar y estatuir estos últimos, que los Estados adopten legislaciones positivas que permita a los menores recibir información y servicios contraceptivos y profilácticos en ámbitos apropiados sensibles a sus necesidades y preocupaciones, que se remuevan las restricciones legales existentes que impiden el acceso a la esterilización anticonceptiva voluntaria, que se liberen las restricciones legales al aborto para que éste último sea ejecutado a petición, que los gobiernos federales y locales proporcionen fondos para respaldar los servicios de aborto, QUE EL ABORTO SEA ESPECÍFICAMENTE INCLUIDO EN LOS BENEFICIOS GENERALES DE LOS SEGUROS DE SALUD, TANTO PÚBLICOS COMO PRIVADOS. En síntesis: aborto a petición (incluye el «embarazo no deseado»), financiado con fondos públicos y protegido por los Seguros sociales.

¿Ignora usted que “cumpliendo” estas directivas del presidente estadounidense, el señor John Davison Rockefeller III afirmó en 1972 que como principio ético que “sólo deben venir al mundo los hijos deseados o queridos”? ¿Qué el aborto –matar a un ser humano en el seno materno- no es un problema moral ni una cuestión judicial, sino simplemente una “cuestión sanitaria” que sólo compete a la mujer que desea abortar y a su médico”, desplazando al padre de la creatura gestada?

¿Ignora usted que fue este mismo señor quien en 1973 definió al aborto como “el derecho de cada mujer de determinar su propia fertilidad”?

¿Ignora usted, monseñor, que a pedido del presidente Nixon, el Consejo de Seguridad Nacional, el famoso Henry Kissinger, presentó el 24 de abril de 1974 el Memorando Estudio de Seguridad Nacional 200, sobre las «Implicancias del crecimiento poblacional mundial para la seguridad de Estados Unidos y sus intereses de ultramar». Este estudio estaba enfocado sobre las consecuencias internacionales políticas y económicas del crecimiento demográfico, por eso debía determinar, entre otras cosas, la probabilidad que este crecimiento produjera «políticas extranjeras perturbadoras e inestabilidad internacional». Como se puede apreciar, el crecimiento poblacional mundial constituye a partir de entonces UN PROBLEMA… DE SEGURIDAD NACIONAL ¡PARA LOS ESTADOS UNIDOS!

Para este servidor del poder plutocrático mundial, la reducción de las tasas de natalidad en los países en desarrollo «tendrán ventajas en el corto plazo, al disminuir la demanda de alimentación, salud, educación y otros servicios», para «incrementar la capacidad para contribuir a inversiones productivas, por lo tanto acelerando el desarrollo». Brutalmente dicho: menos gastos en salud, alimentación y educación para crecer económicamente, bajando la cantidad de nacimientos.

Llama la atención esta insistencia en la ecuación menos pobres = mayor desarrollo, pero en realidad esto le servía a sir Henry Kissinger para encubrir el problema que le preocupaba: al analizar los Efectos políticos de los factores de población, sostenía que las consecuencias políticas de estos factores «son dañinas para la estabilidad interna y las relaciones internacionales de países en cuyo progreso está interesado Estados Unidos», porque crean «problemas políticos e incluso de seguridad nacional para Estados Unidos», es decir, los pobres pueden convertirse en una fuerza volátil y violenta que amenace la estabilidad política.

¿Cuál es el argumento esencial que fundamenta y sostiene todo este razonamiento? Indicar y enfatizar el derecho de los individuos y parejas a determinar libre y responsablemente el número y espaciamiento de sus hijos. Es decir, el señor Kissinger invocó el derecho inventado por John D. Rockefeller III… para proteger la seguridad nacional de Estados Unidos y sus intereses en todo el mundo.

¿Ignora usted, monseñor, que el presidente Gerald Ford rubricó el 26 de noviembre de 1975 este informe del Dr. K., como Memorando Decisión de Seguridad Nacional 314, ratificando que «el liderazgo de los Estados Unidos es esencial para combatir el crecimiento poblacional […] y para promover la seguridad de los Estados Unidos y sus intereses de ultramar». Es claro y evidente entonces que ya en 1974 Estados Unidos declaró una guerra contra los pueblos pobres del mundo, para proteger su seguridad nacional y sus intereses de ultramar. Para librar esta guerra, el señor Ford formuló como estrategia básica de los Estados Unidos:

  1. «trabajar de cerca con otros, en vez de imponer su punto de vista», es decir, buscar cipayos que promuevan su proyecto de seguridad nacional;
  2. «enfatizar la relación entre una reducción del crecimiento poblacional y las ganancias económicas y sociales resultantes para las naciones más pobres», es decir, convencer que los culpables de la pobreza son los hijos;
  3. «reconocer la dignidad básica del individuo y su derecho para escoger libremente sus objetivos familiares y las alternativas de planificación familiar», es decir, establecer como axioma y dogma el principio formulado por John Rockefeller III que los padres son propietarios de la vida de los hijos, es decir, instituir la ley del más fuerte.

 

¿No sabe usted, monseñor, que toda esta ideología antinatalista y el control de la natalidad llevado a cabo a nivel global constituye la razón de ser del Population Council, como institución pionera responsable del holocausto demográfico llevado a cabo en las últimas décadas?

¿No sabe usted, monseñor, que se pretendió darle estatus oficial internacional a esta ideología antinatalista, a través de las Naciones Unidas, en las Conferencias sobre Población y Desarrollo (El Cairo 1994), sobre la Mujer (Pekín 1995) y Hábitat (Estambul 1996).

El Population Council, con su fundador John Davison Rockefeller III, ha sido una de las instituciones-madre de toda esta política criminal, propulsora del asesinato masivo de seres humanos en el vientre materno. El señor John Boongarts, empleado del Population Council ha sido uno de los principales funcionarios impulsores de esta política antinatalista global.

Contra este proyecto criminal se enfrentaron Pablo VI, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Con su actitud tolerante hacia esta organización criminal y hacia uno de sus más encumbrados voceros, usted le da estatus vaticano y eclesial a esta política homicida y criminal, que sólo pretende darle paz y seguridad a la oligarquía plutocrática internacional que se está robando el mundo en provecho propio.

Por un lado el papa Francisco condena al sistema económico actual impuesto en el mundo y que sólo siembra hambre y muerte para la mayor parte de la población mundial, y además llama a combatir sus efectos deshumanizadores. Pero por otro lado usted invita a los voceros de ese mismo poder económico inhumano a “dar cátedra” sobre los problemas que afronta la población mundial actual. Para ello usted convoca a uno de los principales responsables de la extinción masiva de seres humanos en las últimas décadas. Con todo respeto, monseñor, en el fondo esto resulta ser una actitud esquizofrénica de la Santa Sede: criticar por un lado las desigualdades e injusticias económicas, y por otro lado darle autoridad a los socios y responsables de esas desigualdades y del genocidio que las acompañan.

Estimado monseñor: para tratar las cuestiones referidas al narcotráfico y al consumo de estupefacientes, a usted no se le ocurrió invitar a los jefes del Cartel de Sinaloa para que dieran cátedra en el Vaticano. Pero para afrontar el problema de las amenazas a la vida natural y a la vida humana usted convoca a uno de los principales ideólogos de la política criminal implementada en las últimas décadas. ¿Cómo se entiende? Más que una pastoral de la misericordia, ¿no parece que estaríamos en presencia de una pastoral de la esquizofrenia o de una pastoral de la hipocresía? ¿Qué tiene que ver el genocidio implementado por el clan Rockefeller en estas últimas décadas con el mensaje de Jesucristo? ¿Con qué derecho el señor Bongaarts y el Population Council van a transmitir su mensaje de muerte en el seno de la Iglesia de Cristo? ¿A nombre de qué?

Los evangelios sinópticos nos muestran que Jesucristo sólo “dialogó” con el tentador para resistir sus embates. San Agustín enseña que el Señor se dejó tentar por Satanás para mostrarnos y enseñarnos cómo se le resiste. Si somos fieles seguidores de Jesucristo, no podemos pretender ser superiores a él y invitar a dialogar a aquéllos que son transmisores de un mensaje diabólico, como es el de justificar el asesinato de seres humanos por el hecho que no se desea su existencia, poniéndose en el lugar de Dios.

En última instancia, monseñor, la Iglesia de Cristo no merece que ingresen en ella los enemigos de la raza humana para transmitir su mensaje de muerte contra los seres humanos más inocentes e indefensos de todos. En última instancia, ¿no es una actitud esquizofrénica pretender una “Iglesia pobre para los pobres” y al mismo tiempo pretender que dé cátedra en ella quien representa al poder financiero internacional y su proyecto diabólico de asesinar a voluntad a millones de seres humanos?

Estimado monseñor, da toda la impresión que los esfuerzos del papa Francisco de impulsar la dignificación de los pueblos y la extirpación de las injusticias que padecen van a contramano de la política tolerante que usted impulsa, acogiendo y sentando en la cátedra de Pedro a los responsables del terrible y abominable holocausto implementado por los ricos del mundo, para gozar en paz de las riquezas que le han robado a los pueblos y naciones del mundo a lo largo de todos estos años, y que sus mismos organismos ponen a la vista de todos en los informes que hemos mencionado.

En pocas palabras: NO SE PUEDE HACER SENTAR EN LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO A LA FAMILIA ROCKEFELLER Y SUS SECUACES.

 

Lo saludo atte., y quedo a su entera disposición.

 

José Arturo Quarracino

SOMOS ANTICAPITALISTAS, PERO CON LOS BANCOS NOS PORTAMOS BIEN. El Socialismo “Financiero” latinoamericano

Más allá de las críticas y diatribas contra el capitalismo y contra la globalización impulsada por el mal llama-do neo-liberalismo (que en realidad es un neo-imperialismo), en su gran mayoría los gobiernos latinoamericanos auto-promocionados como progresistas han sido socios y benefactores del poder financiero angloamericano que domina e impera en la economía mundial.
En una nota anterior (“Rockefeller y el Che, ¿un solo corazón?”) destacamos la concordancia política que se ha institucionalizado entre el mencionado poder, comandado por la corporación Rockefeller como coordinador y aglutinante de las empresas multinacionales que logran grandes ganancias en sus operaciones comerciales con los países iberoamericanos, y los mencionados gobiernos que se presentan como críticos feroces del capitalismo y reivindican un “socialismo” que en muchos casos respeta a rajatabla la matriz económico-financiera especulativa impulsada a nivel mundial durante las décadas ’80 y ’90.
El acuerdo y la concordancia no han sido solamente políticos, sino también económicos y financieros. Por ejemplo, tal como destaca una nota publicada por la agencia Bloomberg en marzo de 2013, los bonos internacionales emitidos durante los 14 años de gobierno del fallecido comandante Hugo Chávez Frías en Venezuela produjeron a los inversores un 692% de rendimiento (Juan Barreto, “Nicolás Maduro. Con Chávez, su mentor, Venezuela nunca incumplió un pago”, Clarín, 10 de marzo de 2013). Destaca la nota que en esos años el ex presidente venezolano nunca incumplió un pago de esos bonos, lo cual “produjo retornos de más del doble del promedio regional”. La ganancia obtenida fue equivalente a un 14,7% anualizado, “mayor a la de los países con grado de inversión como Brasil, cuya deuda rindió un 656%”, y superó “promedio del 370% del mercado de emergentes durante ese período”. En definitiva, el socialismo bolivariano del siglo XXI hizo muy buena letra y cumplió a rajatabla con el poder financiero angloamericano globalista, definido por Alfredo Jalife Rahme como “los Amos del universo”.
También el ex dirigente sindical y líder del Partido de los Trabajadores brasileño, Ignacio Lula da Silva, y su sucesora, la ex combatiente marxista Dilma Roussef, han sabido ser generosos con el poder financiero internacional en su relación con Brasil, en sus gestiones como presidentes. El sector bancario ha sido el más beneficiado con las políticas económicas implementadas en el país hermano por los gobernantes “socialistas”. Según el periodista y analista Dan Horch, “los beneficios anuales combinados de los cuatro bancos más grandes del Brasil han crecido más del 850%, de 2.100 millones de dólares a más de 20.000 millones, en los 12 años del Partido de los Trabajadores gobernante” (Dan Horch, “In Good Times or Bad, Brazil Banks Profit” [En los buenos o malos tiempos, los bancos en Brasil ganan], New York Times, 14 de agosto de 2015).
En el mercado de créditos, excluidos los préstamos subsidiados por el gobierno, los consumidores brasileños pagan en promedio un 58% de interés, mientras que las empresas pagan un 27,5% por el dinero que piden prestado. La brecha entre el interés que los bancos pagan para atraer capitales y el interés que cargan en los préstamos que otorgan es del 30% en promedio.
Cuando Lula da Silva asumió la presidencia, en el año 2003, los cuatro bancos más grandes tenían “el 53% de los activos totales del sistema bancario”, mientras que en la actualidad “tienen más del 70%”, obligando a muchos de los bancos más pequeños operan “sólo en segmentos limitados del mercado”. Por otra parte, la deuda del sector privado “se ha elevado a casi el 70% de la economía, del 30% que abarcaba cuando Lula da Silva asumió su cargo” en el 2003.
También nuestro país se ve infectado por este servicio que el progresismo brinda a los bancos nacionales e internacionales. Si entre el 2001 y el 2005 los bancos acumularon un quebranto de casi 23.600 millones de pesos, entre el 2006 y el 2011 esos mismos “quebrados” obtuvieron una ganancia de casi 32.000 millones de pesos. Casi un tercio de este total lo lograron los bancos en un solo año, el 2010 (Javier Blanco, “la banca argentina cerró su mejor año en toda la década”, en La Nación, 8 de enero de 2011). En el año 2014 los bancos lograron una ganancia de 45.937 millones de pesos en comparación con el año anterior, es decir, un 57,6%. Los patrimonios netos de los bancos en Argentina se elevaron de $ 41.380 millones en el año 2008 a $ 168.134 millones en el año 2014. El re-torno obtenido sobre el capital fue de 7 puntos en el año 2005 y se fue incrementado sin parar, hasta llegar a 32,7 puntos en el 2014, es decir, aumentó 4 veces y media (Juan Pablo de Santis, “el 2014 fue un buen año para ser dueño de un banco privado en Argentina”, en La Nación, 4 de marzo de 2015).
Este festival de negocios de los bancos en Argentina está amparado por la vigencia ininterrumpida, durante más de 38 años, de la Ley de Entidades Financieras n. 21.526/77 sancionada por Jorge Rafael Videla y José Alfredo Martínez de Hoz el 14 de febrero de 1977. Es decir, la elevada rentabilidad financiera y bancaria en Argentina está amparada por la vigencia de una ley del Proceso de Reorganización Nacional. ¿No resulta llamativo y raro que el gobierno auto-proclamado como el más transformador de nuestra historia se sustente en leyes de la dictadura cívico-militar de 1976, sobre todo en el campo económico-financiero, vital para el desarrollo de un país? A partir de 1943, entre otras medidas de carácter revolucionario, Perón y el GOU impulsaron la nacionalización del comercio exterior, la nacionalización del Banco Central y la nacionalización de los depósitos bancarios, para sustentar la independencia económica de nuestra Patria. Por el contrario, los gobiernos democráticos posteriores al Proceso mantuvieron la matriz económico-financiera impuesta por José A. Martínez de Hoz y sus Chicagos boys, a punta de bayonetas. Curiosa contradicción: el auto-titulado “proceso más transformador de la historia argentina” se sustenta en las leyes de la sangrienta y servil dictadura de 1976. Es que, muchachos, no hay que exagerar, ni ser tremendistas ni pasarse de rosca: la “revolución” debe hacerse sin molestar ni perjudicar en lo más mínimo al imperialismo internacional del dinero.

EL CHE Y ROCKEFELLER, ¿UN SOLO CORAZÓN?

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Llama la atención el extraño maridaje y compañerismo que se ha establecido explícitamente desde hace algu-nos años entre la oligarquía financiera-industrial angloamericana, con David Rockefeller a la cabeza, y la social-democracia iberoamericana. Ésta última hace alarde de su carácter “progresista” y de criticar al neoliberalismo y al proceso de globalización que impulsa la mencionada oligarquía, pero por otro lado no duda en dejarse agasajar to-dos los años por ésta y de mantener una fluida relación de amistad con ella.
David Rockefeller fundó en 1965 el Consejo de las Américas, para impulsar “el libre comercio” y “la ini-ciativa privada” a lo largo de todo el continente americano (Norte, Centro y Sur). Inicialmente constituida exclusi-vamente por las multinacionales estadounidenses, con el paso del tiempo pasaron a formar parte del Consejo las principales empresas multinacionales norteamericanas, europeas, iberoamericanas y asiáticas, todas controladas por la familia Rockefeller, con Chevron Corp como empresa corporativa patrón. Actualmente son miembros del Con-sejo, empresas Pymes y cooperativas obreras como American Express Company, Archer-Daniels-Midland Compa-ny, Bank of America, Bank of New Scotia, Barrick Gold Corporation, BlackBerry, Bank of New York-Mellon, Bunge Limited, Cargill Incorporated, Cisco Systems, Citigroup Inc., The Coca-Cola Company, Direct TV Lati-noamerican, Exxon Mobil Corp., Federal Express, Financial Times, Ford Motor Company, General Electric Com-pany, Goldman Sachs, Google Inc., Hewlett Packard Company, IBM Corp., J. P. Morgan-Chase, Johnson & John-son, Kraft Foods International, Marriot International, Mc Donald Corporation, MetLife Inc., Microsoft Corpora-tion, Monsanto Company, Pepsico, Visa International, Wal-Mart Stores Inc., Western Union Company, Aeropuer-tos Argentina 2000, Bridas Corporation, Banco de la Ciudad de Buenos Aires, Banco de la Nación Argentina, IR-SA, Banco do Brasil, Camargo Correa, Itaú Unibanco Holdings, Odebrecht, Petrobras, Grupo Prisa, Credit Suisse Bank, Deustche Bank, Repsol, Shell, Telefónica Internacional.
Esta guarida de multinacionales a la Rockefeller se ha constituido en el ámbito en el que se efectivizan anual-mente los vínculos del imperialismo internacional del dinero con los representantes del progresismo revolucionario latinoamericano, con indigenismo incluido. Quien lo desee puede comprobar esta extraña amistad entre quienes concentran la riqueza del mundo en sus manos y nuestros “líderes” críticos del imperialismo yanqui, consultando la página web del mencionado Consejo (http://www.as-coa.org/), así como también los respectivos Informes Anuales que se editan detallando las actividades del organismo y las visitas que recibe.
En esas páginas se puede constatar que los “camaradas proletarios” David Rockefeller, Susan Segal, John Negroponte, Thomas Shannon, William Rhodes, Alan Stoga, etc., confraternizan y se abrazan anualmente con Mi-chelle Bachelet, Rafael Correa, Evo Morales, Lula, José Mujica, Juan Manuel Urtubey, Alejandro Bulgheroni, Néstor y Cristina Kirchner, Ollanta Humala, Juan Manuel Santos, Marcelo Midlin, Eduardo Elsztain, Miguel Gallucio, Axel Kicillof, Ricardo Lagos, etc. Pero ni uno ni otros se equivocan o cometen un error. Se trata de una amistad política sólida.
Esa misma oligarquía plutocrática, con David Rockefeller a la cabeza, durante la década del 70 apadrinó los golpes militares contra las democracias iberoamericanas, para imponerles a nuestros pueblos el endeudamiento externo crónico, el modelo económico monoproductivo-dependiente y la matriz financiera especuladora y predado-ra. Posteriormente, a partir de 1982, comenzó a reemplazar los gobiernos militares por gobiernos “democráticos” presididos por representantes de la social-democracia vernácula, congregados por David Rockefeller, McGeorge Bundy, Cyrus Vance y Henry Kissinger en Diálogo Inter-americano. Esos nuevos gobiernos desarrollaron gestio-nes políticamente correctas y respetaron el esquema económico-financiero, extranjerizante y depredador impuesto por los gobiernos militares, y canalizaron sus anteriores ínfulas guerrilleras y revolucionarias exclusivamente en lo cultural, en temas afines a la ideología de la plutocracia financiera dominante.
De este maridaje oligarca-revolucionario no se salvó ni siquiera el “Patriarca cubano de la revolución socialis-ta latinoamericana”. El 19 de octubre de 1995, durante la celebración del 50º aniversario de la creación de la ONU, David Rockefeller recibió y agasajó a Fidel Castro en Nueva York, en la Harold Pratt House, la mismísima sede del Council on Foreign Relations, el “think tank” con el que la oligarquía angloamericana gobierna Estados Unidos y su política de relaciones exteriores.
Y el 19 de febrero de 2001, el mismo David Rockefeller visitó en La Habana a Fidel Castro, junto con 19 miembros del Council on Foreign Relations. Luego de ese viaje encomió a Fidel Castro como una persona “muy carismática, llena de entusiasmo y muy amable”, y que estaba “contento porque ese grupo había viajado a la isla”. Si bien afirmó que estaba en presencia de “un gobierno totalitario, básicamente socialista, que a mí no me genera muchas simpatías”, no dejó que afirmar que el régimen castrista “fue en muchos sentidos, exitoso y que uno debe reconocer que hicieron una cantidad de cosas positivas” (1).
Rockefeller, Videla y Martínez de Hoz
Rockefeller – Videla – Martínez de Hoz (1979)
Rockefeller-Castro
Rockefeller – Fidel Castro (1995)

Ante estas evidencias, cabe preguntarse si en todos estos años, desde ambos lados del espectro político, nos han hecho creer que estábamos frente a una guerra a muerte entre el capitalismo y el comunismo-socialismo en sus diversas expresiones, aunque en realidad se trataba de una simulación. ¿Creen los representantes del progresismo latinoamericano que a través de su amistosa sumisión al poder financiero internacional podrán llevar a cabo la con-figuración de un mundo más justo y solidario que nuestros pueblos anhelan? ¿Esta extraña alianza entre el capitalismo financiero internacional y el progresismo latinoamericano no contradice las viejas consignas “la sangre derramada no será negociada” y “hasta la victoria siempre”? ¿La victoria de quién?
Rockefeller-Bachelet Michelle
con Michelle Bachelet (2007)
cfk-rockefeller
Rockefeller tupamaro
con Pepe Mujica (2014)

(1) “Rockefeller: por qué visité a Fidel Castro”, en La Nación, 23 de febrero de 2001, nota de María O´Donnell, corresponsal del diario en Estados Unidos (ver http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=53452). Para más datos, se puede consultar el in-forme oficial de esta visita publicado en Granma Internacional, edición del 19 de febrero de 2001 (en http://www.latinamericanstudies.org/us-cuba/cfr-cuba.htm).

CARTA ABIERTA A HORACIO VERBITSKY

Lomas de Zamora, 24 de febrero de 2015

Estimado Horacio Verbitsky:
La lectura del artículo de su autoría, publicado el domingo 22 de febrero ppdo. me motiva a acercarle las siguientes reflexiones e interrogantes que me gustaría que pudiera aclarármelos, porque algunas de sus afirmaciones resultan un poco confusas.
Usted considera que la marcha del 18 de febrero en homenaje al ex fiscal Alberto Nisman significa el nacimiento de una “nueva derecha con presencia electoral” que vendría a constituir un “saludable estabilizador”, ya que posibilita que la “oligarquía liberal” que nunca tuvo capacidad electoral recurría constantemente al “Partido Militar” para desplazar a los gobiernos democráticos. Según su análisis, este “Partido Militar”, brazo armado de la oligarquía minoritaria, será reemplazado de ahora en adelante por esta “nueva derecha electoral” que ahora enfrenta al gobierno kirchnerista en la calle y pretende hacerlo en las urnas.
Rockefeller David2Verbitzky, Horacio
Es evidente que, para usted, el gobierno al que pondera es de izquierda, combatido por la derecha. En este punto, permítame preguntarle: ¿quiénes son los representantes de la izquierda en el actual gobierno? ¿La presidente-hotelera? ¿El multiprocesado Amado Boudou, hijo político de Álvaro Alsogaray, “comandante” combatiente de los médanos de Puerto Madero? ¿Los hijos de la UCEDÉ como Diego Bossio, Ricardo Echegaray? ¿Los combatientes de las estepas santacruceñas como Ricardo Jaime y Julio de Vido? ¿Los gobernadores feudales como Gildo Insfrán, José Luis Gioja, Luis Beder Herrera? ¿El socio senatorial Carlos Saúl Menem? ¿Los emblemáticos pequeños productores como Lázaro Báez y Cristóbal López? ¿Los mini-emprendedores agropecuarios como Juan Manzur y Eduardo de Pedro? ¿Los ex funcionarios del Proceso Militar de 1976 como Felisa Micelli, Alicia Margarita Kirchner, Ginés González García? ¿El proletario empresario de medios Rudy Ulloa? Sería bueno que usted pudiera presentar a un cabal exponente de la izquierda en el gobierno.
Flag_of_the_United_States.svg Bandera Inglesa

Es evidente también que usted no se identifica para nada con esa “nueva derecha electoral”, lo que lleva a suponer que usted se definiría como un hombre “de izquierda”. Permítame preguntarle entonces: ¿usted es el mismo Horacio Verbitsky que colaboró como columnista en 1967 en la revista La Hipotenusa, dependiente de la Secretaría General de Presidencia de la Nación (a cargo del general Juan Carlos Onganía) y como colaborador de la Secretaría de Prensa de la mencionada Secretaría? ¿Cómo se compagina su identidad “izquierdista” con la colaboración con un gobierno del “Partido Militar”? ¿No es un poco contradictorio?
Más aún, ¿usted es el mismo Horacio Verbitsky que, según el Comodoro (R) Juan José Guiraldes hizo posible la publicación, en 1979, de un libro editado por la Fuerza Área, por cuanto reconoce que el mismo “no hubiera podido llegar a las prensas de no haber recibido el permanente aliento y la eficaz colaboración de Horacio Verbitsky”?(1). Usted toma distancia del “Partido Militar”, al que identifica como brazo armado de la oligarquía liberal, ¿y colaboró con el mismo? ¿No es un poco contradictorio su izquierdismo? Además, ¿usted es el mismo Horacio Verbitsky que cobró durante 6 meses (de setiembre 1978 a marzo 1979 una retribución mensual de $ 700.000 por la redacción de esa obra, por parte del Instituto Argentino de Historia Aeronáutica “Jorge Newbery”, institución subsidiada por el Comando en Jefe de la Fuerza Aérea? Ahora bien, ¿en esos años usted no había militado en la organización Montoneros? ¿Cómo es que colaboró en forma rentada con el “Partido Militar? ¿No es también contradictorio? ¿O en realidad usted estaba haciendo un fino trabajo de penetración izquierdista en la Fuerza Aérea?
Actualmente, usted sigue definiéndose como un hombre “de izquierda”. Según tengo entendido, desde el año 2000 usted preside el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). No puedo dejar de preguntarle entonces: ¿cómo compagina su militancia de “izquierda” con la presidencia de una institución que es subsidiada anualmente por fundaciones ligadas estrechamente al poder financiero internacional angloamericano? El año pasado una de estas instituciones, la Fundación Ford, lo subsidió con 2.600.000 dólares para promover unos proyectos(2). Bien sabe usted la mencionada fundación es un ariete del Departamento de Estado norteamericano, como lo ha denunciado el sociólogo James Petras, y que desde hace décadas fue presidida por personajes todos vinculados a la familia Rockefeller (McGeorge Bundy, Richard Bissel Jr., Susan V. Berresford)(3). Si usted es de “izquierda”, ¿cómo se explica que el Departamento de Estado y la familia Rockefeller, en vínculo estrecho con la CIA, subsidien sus actividades democráticas y revolucionarias?
Pero también subsidia a su Centro el National Endowment of Democracy (NED), organismo fundado en 1983 por el entonces presidente Ronald Reagan para “fortalecer las instituciones democráticas a lo largo del mundo a través de esfuerzos no-gubernamentales”(4). Permítame preguntarle: ¿usted como hombre de izquierda y con su pasado militante revolucionario en Montoneros coincide con los ideales “democráticos” de Ronald Reagan y del Departamento de Estado, y recibe subsidios por ello?
También el CELS que usted preside recibe subsidios de la Fundación Tinker. Esta organización no-gubernamental tiene como su misión fundamental “promover el desarrollo de una sociedad igualitaria, sostenible y productiva en América Latina y mejorar la comprensión en los Estados Unidos de América Latina y cómo las políticas estadounidenses pueden impactar en la región”(5). Entre sus directores se encuentran Renate Rennie, Alan Stoga, Susan Segal, todos ellos miembros del Council on Foreign Relations, el famoso think tank controlado desde la década de 1940 por David Rockefeller y la oligarquía financiera estadounidense(6). Según informa este organismo, en el 2011 le entregaron al CELS un subsidio por 150.000 dólares para “promover la implementación de políticas generales de seguridad pública en Argentina basadas en principios democráticos”(7). Si usted es un hombre de “izquierda” crítico del capitalismo, ¿por qué promueve políticas de seguridad pública según la ideología de representantes del más rancio capitalismo yanqui? ¿También los ha engañado a ellos, y les saca subsidios para promover políticas anticapitalistas?
Llamativamente, también subsidian al CELS el Foreign Office inglés y la Embajada Británica en Buenos Aires. Permítame preguntarle: ¿cómo se explica que el enemigo histórico de nuestra Argentina e invasor de nuestro territorio patrio, tal como lo ha descrito magistralmente Raúl Scalabrini Ortiz, lo subsidien a usted, supuestamente “enemigo mortal” del capitalismo? Si es verdad que usted milita en una postura de izquierda enemiga del capitalismo representado históricamente por el Imperio Británico y sus finanzas, ¿cómo es que esta oligarquía plutocrática anglosajona y americana subsidia sus actividades de “izquierda”? ¿Cómo hizo para engañarlos y que hasta ahora no se hayan dado cuenta? No hay que olvidar que quienes forman parte de estas instituciones británicas juran fidelidad absoluta a la Corona británica. Es asombroso que los servidores de la Corona británica subsidien su militancia “izquierdista” anticapitalista en el CELS y no se den cuenta de ello. ¿O lo saben?

Espero que no le molesten estas preguntas que le formulo, a mí también me interesa conocer la verdad y tener memoria, para que los argentinos no nos veamos sometidos a políticas hiper-capitalistas imperialistas que nos han sometido históricamente y nos han colocado en una situación de postración neo-colonial.

(1) Comodoro (R) Juan José Guiraldes, El poder aéreo de los argentinos, Círculo de la Fuerza Aérea-Dirección de Publicaciones, Buenos Aires 1979, p. 9.
(2) Según datos informados por la Fundación Ford en http://www.fordfoundation.org/grants/grantdetails?grantid=121234 y en http://www.fordfoundation.org/grants/grantdetails?grantid=121553
(3) Sobre el vínculo estrecho entre la Fundación Ford y la CIA, lo puede consultar en http://www.voltairenet.org/article123675.html?var_recherche=fundaci%C3%B3n+ford?var_recherche=fundación%20ford y en http://www.rebelion.org/petras/english/ford010102.htm
(4) Explicitado en en http://www.ned.org/about/about.html
(5) En http://www.tinker.org/
(6) En http://www.tinker.org/content/board-directors.
(7) En http://www.tinker.org/content/formulation-and-implementation-public-democratic-security-policies-public-debate-and-const-0.

MARXISMO: su Carácter Pro-capitalista e Imperialista

Marx Karl
Según la doctrina marxista, Capitalismo y Comunismo son dos sistemas doctrinarios totalmente antagónicos entre sí, dos enemigos irreconciliables desde el punto de vista ideológico y político.
El creador de esta doctrina fue Karl Marx (1818-1883), quien consideraba que la historia de la humanidad es esencialmente “historia de la lucha de clases”, en la que opresores y oprimidos se han enfrentado siempre a través de una lucha constante. Según este esquema, el capitalismo constituye la última etapa de esa historia confrontativa.
Las etapas de esta “guerra social permanente” están conformadas por la sociedad esclavista en la Antigüedad (hombres libres y esclavos), la sociedad feudal en la Edad Media (señores y siervos) y la sociedad capitalista en la Edad Moderna (burgueses y proletarios).
Estas etapas se han desarrollado en un proceso histórico que Marx considera se desenvuelve dialécticamente, en el sentido que en cada una de esas etapas ha existido una clase social dominante, la cual en el ejercicio de su poder generó inevitablemente una clase antagónica que la enfrentó violentamente y la ha derrotado, promoviendo un nuevo sistema económico y un nuevo sistema de poder político y cultural. Pero cada una de esas nuevas clases dominantes generó a su vez una nueva clase antagónica, con el mismo desarrollo y resultado que la etapa precedente.
Es cierto que en varios de sus escritos Karl Marx fue un crítico implacable del moderno sistema de acumulación originaria, basado en la propiedad privada de los medios de producción (popularmente conocido con el nombre de Capitalismo)[1]. También es cierto que su pretensión no sólo era ejercer la crítica al capitalismo, sino promover su desaparición y su reemplazo por el sistema comunista, en el que se ha de quitar a la burguesía la propiedad de los medios de producción para ponerlos en manos del proletariado.
Pero lo paradójico y contradictorio de este esquema es el prejuicio progresista-evolutivo de este proceso histórico, en tanto Marx considera que cada etapa es superior que la anterior. En este sentido, si bien el pensador alemán ha pretendido llevar a cabo una crítica implacable del capitalismo y su supresión-superación histórica, por otra parte no ha dejado de ensalzar al capitalismo como etapa última y superior de la historia humana, visualizando como “positiva” la expansión mercantil-imperialista de la burguesía europea más allá de sus límites continentales, porque consideraba que esta expansión extra-europea habría de imponer la economía capitalista burguesa en todo el planeta como único modelo de producción de bienes y servicios, basado en la propiedad privada de los medios de producción y en el apoderamiento, por parte de la burguesía, del mayor valor (plusvalía) del trabajo aportado por el proletariado. Pero esta universalización de la economía capitalista habría de provocar, según Marx, la unidad del proletariado asalariado en todos los países del mundo, el cual se rebelaría contra la explotación injusta a la que por esencia lo somete el sistema capitalista, y su rebelión iría a producir la revolución comunista y el derrumbe del sistema capitalista, también a escala global.
Si bien Marx acertó en la primera parte de su diagnóstico –la universalización del capitalismo-, en la segunda parte fracasó rotundamente: el capitalismo se universalizó realmente, al lograr hacer de todas las economías del mundo una única unidad productiva, pero la revolución proletaria no se produjo en ninguna parte del planeta.

Dólar billete1. El carácter pro-capitalista del Marxismo. Decimos que es contradictorio el juicio de Marx, quien sostiene en forma asertórica y taxativa que “la burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario”[2].
¿Cuál es ese papel “altamente revolucionario”? Según Marx, ese carácter está dado por el hecho que allí donde la burguesía ha conquistado el poder, “ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas”[3]. ¿En qué sentido? En tanto la burguesía ha desgarrado todos los vínculos del hombre con sus “realidades superiores naturales” para dejar en pie solamente el vínculo del “frío interés, el cruel ‘pago al contado’; en tanto ha ahogado el éxtasis del fervor religioso y el sentido caballeresco de la vida en las “aguas heladas del cálculo egoísta”; en tanto ha convertido la dignidad personal en un “simple valor de cambio”; en tanto ha sustituido las numerosas libertades escritas por “la única y desalmada libertad de comercio”.
Es decir, el capitalismo ha degradado la vida y los grandes valores que fundamentan el sentido de la existencia y los ha reemplazado por los vicios del individualismo y del mercantilismo. Sin embargo, para Marx ello constituye un “progreso”, más aún, una “revolución”. Con ello Karl Marx muestra que su pensamiento es esencialmente un pensamiento europeo y burgués, por cuanto jerarquiza a los valores burgueses como superiores a todos los otros valores.
Esto constituye una constante en el pensamiento de Marx, ya que reconoce que “el creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo” diluyen la persona del proletario y lo convierten en un “simple apéndice de la máquina” y en “esclavo de la máquina y del patrón de la fábrica”; que el desarrollo de la industria moderna suplanta el trabajo de los hombres por “el trabajo de mujeres y de niños”. Más aún, reconoce que la rebelión y los ataques de los obreros “intentan reconquistar por la fuerza la posición perdida del trabajador de la Edad Media”. Es decir, mejor estaban los trabajadores en la Edad Media que en la época moderna, poseían más dignidad, sin embargo, para Karl Marx el capitalismo moderno es mejor y superior al sistema artesanal y gremial del Medioevo[4].
No es exagerado decir entonces que el pensamiento marxista es esencialmente un pensamiento pro-burgués.

2. El carácter imperialista del Marxismo. En un artículo titulado «La dominación británica en la India»[5], Karl Marx sostiene que la India es un país esencialmente de miseria, porque o bien ha vivido sometido a invasiones, o bien ha estado permanentemente dividido en numerosísimos Estados independientes y antagónicos.
Sin embargo, Marx destaca que la invasión inglesa en la India ha sido la peor de todas: «la miseria ocasionada en el Indostaní por la dominación británica ha sido de naturaleza muy distinta e infinitamente superior a todas las calamidades experimentadas hasta entonces por el país [es decir, la India]». Como se puede apreciar, Marx reconoce que la miseria ocasionada por Inglaterra en la India no tiene parangón con ninguna otra calamidad sufrida por el país asiático, no obstante lo cual considera que el sistema colonial británico, que por otra parte fue una copia o imitación del sistema holandés, fue lo mejor que podía pasarle a la India. Es en este punto que se explicita el carácter cruel e imperialista del pensamiento marxiano.
Marx reconoce, o al menos no teme afirmar, que el colonialismo británico en la India destrozó todo el entramado social, desvinculando al país asiático de todas sus viejas tradiciones y de toda su historia pasada. ¿En qué consiste este destrozo o quiebre de la India? La estructura social de la India “pre-británica” se había organizado en torno al telar de mano y el torno para hilar, como «pivotes centrales» de ese entramado nacional. Ahora bien, Marx no tiene problema alguno en reconocer que «el invasor británico acabó con el telar de mano y destrozó el torno de hilar», con la ayuda del transporte a vapor y la ciencia: «el vapor y la ciencia británicos destruyeron en el Indostán la unión entre la agricultura y la industria artesanal».
¿Cómo se consumó esta contrarrevolución británica, que destruyó la sociedad india y sus instrumentos de subsistencia? El país asiático estaba configurado como una especie de «sistema de villas», es decir, estaba organizado y dividido en pequeños poblados, con escala o nula interconexión. Eran comunidades de tipo familiar que tenían por base la industria doméstica –tejido a mano, hilado a mano y laboreo a mano-, lo cual les permitía bastarse a sí mismas. Pero estos pequeños organismos sociales «han sido destruidos en su mayor parte y están desapareciendo», afirma el autor, fundamentalmente «por la acción del vapor y de la libertad de comercio ingleses». En otras palabras: la intromisión inglesa, «que barrió tanto al hilandero como al tejedor indios», disolvió esas pequeñas comunidades semi-bárbaras y semi-civilizadas al hacer saltar su base económica, produciendo «la única revolución social que jamás se ha visto en Asia». Como se desprende del texto, para Marx las poblaciones indias son semi-bárbaras y semi-civilizadas, cuando se las compara con Gran Bretaña. En este sentido, bien se puede decir que Marx no puede dejar de ser un europeo moderno, en tanto considera a la sociedad británica capitalista superior a las sociedades extra-europeas, porque entre otras cosas, cuenta con tecnología y con el librecambismo. Comprobamos entonces que, en sentido estricto, la ideología marxiana está fuertemente influenciada por los valores de la sociedad capitalista europea moderna.
Esto último se evidencia en el hecho que Marx aprecia a Inglaterra como un país superior –por ser capitalista y desarrollado tecnológicamente-, razón por la cual tiene “derecho” a dominar a la India: «al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de imponer esos intereses». Pero lo realmente importante, para Marx, es que esta actuación “estúpida” se justifica, porque es la única forma posible de llevar a cabo la revolución social en Asia, para poder imponer el sistema capitalista de producción económica y su consecuente civilización. Por eso, él considera que «a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el agente inconsciente de la historia al realizar dicha revolución». En otras palabras: para Marx, el imperialismo capitalista británico es inexorable y justificable, porque fuera de Europa es revolucionario (¿??), a pesar de sus crímenes.

3. En otro artículo posterior, «Futuros resultados de la dominación británica en la India», publicado pocos días después[6], es todavía más explícita y detallada la justificación del imperialismo británico en la India, como también la destrucción del orden social nativo y las matanzas y crímenes sobre el conjunto de la población nativa, para imponer el capitalismo.
Para Marx, «la India no podía escapara a su destino de ser conquistada», a causa de su división social y política, que se arrastra desde tiempos inmemoriales. Haciendo gala de eurocentrismo, considera que la India carece por completo de historia, o por lo menos de historia conocida: la única historia aceptable de la India es la historia de sus invasiones. Por eso, considera que la discusión no debe centrarse en torno al derecho que Inglaterra podía invocar para justificar su dominación, sino a quien debe conquistarla: «no se trata de si los ingleses tenían o no derecho conquistar la India, sino de si preferimos una India conquistada por los turcos, los persas o los rusos, o una India conquistada por los británicos». Es decir, Inglaterra es el mejor invasor.
En este sentido, como “mejor invasor” para la India, Inglaterra tiene una doble misión: 1) destructora: aniquilar la vieja sociedad asiática; 2) regeneradora: colocar los fundamentales materiales de la sociedad occidental en Asia. Es decir, Marx justifica la occidentalización del oriente asiático, su europeización, en definitiva justifica el imperialismo capitalista británico. ¿Cómo lo justifica? Inglaterra debe occidentalizar al Asia –en este caso a la India-, porque es una civilización “superior”.
Esta “supremacía” europea no es algo aleatorio en el pensamiento marxiano, sino un componente explícito: «los ingleses fueron los primeros conquistadores de civilización superior a la hindú». Y esta civilización superior se ha expresado «disgregando a las comunidades nativas, desarraigando la industria indígena y nivelando todo lo que de grande y elevado tenía la sociedad nativa». Evidentemente, la superioridad británica se manifiesta en principio destruyendo todo lo autóctono, lo cual para Marx está justificado.
¿Qué es lo que construye Inglaterra, su obra “regeneradora”? En primer lugar, una unidad política mayor a la que la India tuvo hasta ese entonces, impuesta por la espada británica y fortalecida y perpetuada por el telégrafo. Como se ve, Marx justifica el dominio imperialista británico, basado en el sometimiento militar, justificando inclusive la existencia del ejército cipayo original, es decir, un ejército indio instruido y dirigido por oficiales británicos. En segundo lugar, Inglaterra instala un sistema de comunicación basado en el transporte ferroviario, base del desarrollo industrial: «el sistema ferroviario se convertirá, por tanto, en la India, en un verdadero precursor de la industria moderna». Y esta industria moderna, importada por los ingleses e implantada por el ferrocarril, será civilizadora, puesto que «destruirá la división hereditaria del trabajo, base de las castas indias», las que constituyen «el principal obstáculo para el progreso y el poderío del país». En otras palabras: Marx valora y aplaude el hecho que Inglaterra destruya la nación india para convertirla en una sociedad capitalista moderna, a imagen y semejanza de la civilización británica.
Pero, según Marx, no hay que condenar en forma absoluta los efectos devastadores, evidentes y aterradores, de la industria inglesa en la India, sino verlos en perspectiva de futuro, pues la penetración británica en el país asiático va a llevar a éste último a la “civilización”: «el período burgués de la historia está llamado a crear las bases materiales de un nuevo mundo».
Este nuevo mundo se ha de caracterizar, por un lado, por el desarrollo del intercambio universal basado en la dependencia mutua del género humano, y por otro lado, por el desarrollo de las fuerzas productivas del hombre y la transformación de la producción material en un dominio científico sobre las fuerzas de la naturaleza. En resumidas cuentas: en nombre de un futuro venturoso para todos se justifican los sufrimientos del presente de los pueblos “inferiores” a Europa, por cuanto Inglaterra es el “agente inconsciente de la historia”, ya que es superior a todas las demás civilizaciones.

Éste es en líneas generales el «pecado original» de Karl Marx y el de sus seguidores, por cuanto ambos suelen menospreciar a las comunidades no europeas, considerándolas inferiores a la «civilización europea moderna». Es a causa de esta visión europeo-céntrica que los marxistas y los progresistas en general consideran a los pueblos no europeos, entre ellos el nuestro, como «inferiores» y necesitados de «esclarecimiento político y doctrinal». Es a causa de esta visión europeo-céntrica que la izquierda internacionalista ha sido en Argentina mitrista y sarmientina en lo histórico y antiperonista en lo político, al coincidir con Mitre y Sarmiento en cuanto a su valoración superior de lo británico y lo anglosajón, en desmedro de la identidad indígena-hispano-criolla de nuestros pueblos americanos.
En este sentido, los miembros de esa izquierda nac&pop no dejan de ser miembros de la clase dominante que «reniega» de su origen burgués y se «adhiere» al proletariado, sin dejar de ser en el fondo “ideólogos burgueses que se han elevado teóricamente hasta la comprensión del conjunto del movimiento histórico”[7] y que desde esa altura «concientizan a las masas sin conciencia histórica», tal como el mismo Marx ha reconocido.

[1] Manifiesto del Partido Comunista (1848); Bosquejos para la crítica de la Economía Política (1857); El Capital (1867 el volumen nº 1, 1885 los volúmenes nn. 2 y 3).
[2] Manifiesto del Partido Comunista, Primera Parte: Burgueses y Proletarios, Panamericana Editorial Ltda., Santafé de Bogotá (Colombia) 1997, 4ª edición, pp. 21-22.
[3] Ibidem. Esta referencia es para esta cita y las que le siguen.
[4] Ibidem, pp. 27-30.
[5] New York Daily Tribune, 25 de junio de 1853.
[6] New York Daily Tribune, 8 de agosto de 1853.
[7] Karl Marx-Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Primera Parte, p. 32.